Un hombre de negocios millonario murió y fue al infierno. Cuando apenas se había sentado a meditar sobre su triste destino recibió una palmada en el hombro y oyó la voz de un tenaz vendedor que en la tierra le había acosado durante mucho tiempo.
Buenas tardes, señor -exclamó el vendedor-. Aquí estoy puntual a la cita.
¿Qué cita?
¡Cómo!, ¿no lo recuerda? Cada vez que entraba yo en su oficina allá abajo en la tierra, me decía usted que quería verme aquí.
Buenas tardes, señor -exclamó el vendedor-. Aquí estoy puntual a la cita.
¿Qué cita?
¡Cómo!, ¿no lo recuerda? Cada vez que entraba yo en su oficina allá abajo en la tierra, me decía usted que quería verme aquí.
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